Son los días de las
últimas clases
cuando en la habitación
de los espejos
ya sabemos el abrazo de
los recuerdos,
de sus puertas
escondidas y sus caminos.
Ya hemos aprendido en
la pizarra del corazón
que tomamos el último
barco,
y en la boca la moneda
con la efigie de Alejandro,
la que imaginó Borges.