La mano, atada por la cadena de la llave, no es la que lleva el gato. Ni las botas nos hablan de piratas del Caribe. Porque a veces el cuerpo invade el atardecer en una fiesta con globos negros y cuerpos blancos, mientras los recuerdos de los lugares queridos se van difuminando en la noche de las almas.
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