En uno de sus textos más enigmáticos (y que citó Borges) Kafka habla del silencio de la sirenas, insinuando que el verdadero peligro de ellas no estaba en su canto, sino en su silencio. Sea como sea, cuando ella se extendió así, con esos adorables calcetines, y su mano abandonada en la piel, comprendí el poder de las sirenas, y volví a escuchar aquel verso de Mallarmé: "Mais. ô mon coeur, entends le chant des matelots!".
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