Los persas denominaron a sus jardines como espacios cerrados, y el tiempo fue cambiando su nombre persa en paraíso. Y cómo no ver los patios romanos como el núcleo de sus villas o ese patio madrileño donde escribía Lope de Vega, o pintaba Sorolla sus cuadros. En mi recuerdo, el patio de suelo de albero y rodeado de aspidistras de Washington Irving en su casa de Sevilla.
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