Hace cuarenta años fotografié una bola de metal de la escalera de una casa de Toledo; ahora es la imagen, más próxima y cercana, de otra bola en la escalera de entrada del Ateneo de Madrid. El tiempo ha pasado entre las dos imágenes y mientras escribo estas palabras comprendo que ese viaje temporal y sentimental entre las dos esferas es el recorrido, la lenta aproximación de mi mano hacia ese símbolo del mundo.
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