El dolor es una cuerda vibrante sobre el abismo. La cámara lo ve, sabe de su existencia en sus laberintos electrónicos. Y ahí, la mano permanece como la huella de Moisés: entre lo que existirá siempre y lo ya perdido en el momento en que se hace. Así son los días, banderas al viento que no llegaron a Lisboa. Gemidos en el suelo, chispas en el fuego de la piel.
C2
1 comentario:
cenizas y dolor en la piel...propio y digno de Ud, mi Señor.
besos de Su kajira.
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