Recuerdo la mano escribiendo con plumines de acero. Pero el deseo cambió (ni la mesa junto a las vías del tren y el coñac y la pipa, ni las eternas paradas de un tren a ninguna parte) y ahora Lisboa tiene instrumentos en la mesilla de noche, mientras la imagen cruza los océanos como espuma de los tiempos de licencia.
C2
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