Habrá un viaje al fin de esa noche donde tu cuerpo permanece atado por tus deseos, aquellos que quizá compartimos, con las manos sucias, en las tardes de silencio y espejos. Ahora que ya no existes, porque eres otra persona, te recuerdo, implacable, envuelta en tu sudario de púrpura, en tu eterna Lisboa, alta princesa de la sangre, dueña de los pavos reales de la gloria.
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