Cuando cruzamos, por un breve tiempo, el puente que salva el abismo del tiempo, los recuerdos son como arenas de la playa de la infancia. El gran lobo de la mitología germánica deja de devorarnos en ese momento y verdes son las banderas que entran en las ciudades coonquistadas. O así lo creemos, mientras el río pasa bajo los puentes de Casablanca.
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