Antes de que todo empezara, ya sabíamos que esto sería una aproximación. Acercarse lentamente a aquello que podíamos ver, pero que estaba al otro lado de la calle. La belleza sólo alcanzable a través del puente del deseo. Escala que atravesamos con una corona en la mano y que, como en el relato de Kipling, nos lleva a la gloria de la muerte y el olvido. Allí, en el Old Bazar de Estambul, donde están nuestras queridas princesas vendiendo marfil y espuma de mar.
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