¿Hablaremos, allí, como decía el Poeta, de los amores difuntos? O no, porque quizá, como verdaderos viajeros, ascenderemos al infierno, coloreado de cielo, con una llave que tú introducirás en el panel del montacargas, donde los asesinos son suicidas, y donde las víctimas llevan las manos con sangre de sí mismas. Pero dime, si no es ahí, en qué lugar buscaremos tus besos lánguidos y la obsidiana de tu corazón?
C2
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