Hemos cruzado los corazones eléctricos del ordenador, y aquí permanecemos siguiendo a Ulises y a Rilke, cazando pieles como David Crockett y eligiendo el camino que nos conducirá a El Alamo y al sonido de las trompetas de guerra que tocarán eternamente a degüello. Pero el sonido del violín campeará sobre las ruinas de los recuerdos, y la sombra de los días felices tendrá tu nombre en los fondos quemados de la Bibliotca de Babel.
C2
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