El paso del tiempo es como un cheque en blanco, te dicen. Pero tú no sueñas con llegar a Itaca. Crees que Ulises se equivocó, y en islas como las de Circe estaba el placer. Itaca, como bien sabía el poeta alejandrino, poco puede dar: la jubilación, los campesinos con olor a ajo, queso y cebollas, y una fiel esposa tejedora. Y así, todas las noches, recordará el Ulises de los últimos años los placeres perdidos y la sorpresa de cada mañana en el mar color de vino, hasta que prepare una de sus potentes flechas y se atraviese el corazón.
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