El emperador ya no observa desde las alturas de Capri el mercado de esclavas, que ordenó establecer en su puerto. El sol ya no deslumbra sus mañanas, agotado de la posesión insatisfecha de los cuerpos nocturnos. Su presencia y la de sus guardias ya no habita entre las ruinas de sus palacios, sólo manda el silencio y no los gemidos. ¿Pero, dime, dime tú, quién entonces ha enviado al mensajero que nos trae la orden de tu ejecución dolorosa?
C2
2 comentarios:
Por alguna razón me inquieta en la foto, el zapato y la advertencia...
;)
maravilloso y sugerente comienzo para una historia con gran variedad de finales, pero todos ellos seguramente muy satisfactorios
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