jueves, 4 de julio de 2013

Este relato fue mi regalo de cumpleaños. Con el título de "Protervo" me lo envió una íntima amiga. Las palabras quedan en el tiempo.


Mira las fichas que le han tocado en suerte a la vez que el tablero que está delante de él. ¿Qué palabra puede conseguir? Sigue mirando alternativamente ambas cosas mientras su mente no deja de pensar diferentes opciones. Al fin la sabe, “protervo”, sí, esa es la palabra. La puede colocar a la derecha del tablero de scrabble, aprovechando la “V” que está allí situada y la “T” tres casillas más arriba. “Protervo”, “protervo”, repite varías veces paladeándola. Mmm… le gusta esa palabra. No es muy usada, por no decir casi desconocida en estos días, pero a él le hace recordar otros tiempos, otros momentos.

 

Pensando en eso no puede evitar desviar su atención del tablero y fijarla en la bola de cristal que está suspendida en el centro de la habitación. Su mejor juego, su gran creación, aunque en ocasiones desatendido. Se levanta y se acerca. A través de su superficie cristalina puede ver todo lo que ocurre dentro. Millones de pequeños personajes que se afanan en sus papeles. Unos, hacinados en grandes ciudades, otros, casi solitarios en desiertos infinitos, pero todos buscando algo más allá de ellos mismos: fe, sabiduría, comprensión, paciencia y quién sabe qué. Era divertido verlo, que graciosos se veían allí dentro, pensando tan solo en sus pequeñas vidas que creían trascendentes. Aún era más divertido cuando, aposta en ocasiones o por descuido en otras, un pequeño golpe provocaba lo que aquellas pequeñas criaturas llamaban terremotos, tsunamis, erupciones de volcanes, tormentas y demás, catástrofes en suma. Y buscaban explicaciones de todo tipo mientras que él no podía evitar echarse a reír a carcajadas provocando nuevos desastres.

 

“Protervo”, la palabra sigue resonando en su cabeza. Decide ampliar el juego de letras: cada palabra que consiga en el tablero pasará a pertenecer a alguno de los personajes de su bola de cristal. Cierra los ojos y mueve el dedo intentando dirigirlo a alguna parte de la esfera. Los abre al notar el tacto del cristal y mira donde ha tocado. Hay un pequeño árbol en el balcón y cintas de video colgando de sus ramas.  “Protervo”.

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