domingo, 28 de noviembre de 2010

Cuando la afirmación es condicional, o el otro siempre se nos va entre los dedos

La maldición humana que no la condición. Aunque lo condicional sí sea la condición humana, con o sin Malraux. Cuerpos en el horizonte, sin nexos de unión más que la proximidad o encadenados como en aquella memorable escena de la película de Bergman, donde siempre jugamos al ajedrez con la Muerte. Si bajamos los ojos, veremos negras nuestras piezas.


¿Cuántas veces miramos a nuestro lado y vemos la persona perfecta? Indudablemente perfecta en otra de nuestras vidas. Imposible en la presente. En su posesión, la piel se escapa entre nuestros dedos, como aquella arena en la playa de nuestros años niños.

Inútil poseer. Inútil desear. Sin embargo en aquella posesión y en este deseo la vida deja de ser, por un momento, condicional, y surge ante nuestros ojos como la más perfecta afirmación. Y es que quizá dejamos de vivir cuando renunciamos a nuestra mirada condicional. Y entramos en el presente del adiós.



C2

sábado, 27 de noviembre de 2010

La suma de los números y los problemas de la unidad

El niño se reconoce, se asombra en ese reconocimiento, y ve que no está solo. Además de él, sin saber que es él, hay cosas y personas que le rodean, aunque él todavía no les haya puesto nombres. Adquirirá el sustantivo que los señala y, luego, el adjetivo que los califica. Con cada palabra se abre más el foso entre la realidad y él, pero él no lo sabe. Intenta indagar en los problemas de su unidad.


Pero, atención, hay personas que alegan que están unidos a él, a su unidad. Le protegen pero le amenazan. Soñará estar solo. Solo frente a su destino. Siente el espejismo de una unidad que nunca fue,

Los años le hacen creer que conoce el mundo exterior: una suma de personas y cosas. A veces él es un número más de esa suma; otras veces quiere retornar a la unidad.

Finalmente intervienen las hormonas y la educación obligatoria. Se entera de que la unidad sólo es perfecta si se une a otra unidad. Si vive con otros, sueña con otros y piensa con otros. Pero, grabada en la pared, la bandera del sueño de ser uno.

Amará en un armario de puertas donde una se llamará Hollywood y otra será Dolor y Desesperación. Conocerá la piel, las palabras dulces, la mirada de los ojos deseados y deseantes. Elegirá el uniforme impecable de verdugo, la túnica ajada de la víctima. Pero jamás olvidará el barco Stevenson/Nemo donde la unidad sólo busca ya la muerte.



C2

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El deseo, su imagen y la sospecha


La civilización es el largo viaje de colocar la realidad, que está fuera, dentro del sujeto que la ve. Acabamos llamando intelectual al que termina creyendo sólo en sus realidades interiores. El deseo es el reflejo de la realidad, así que cuando la colocamos en nuestro interior, también el deseo hace el mismo viaje.

En primer lugar fue el ojo que se volvió consciente de ver algo diferente a su propio yo. En segundo lugar fue el espejo (el agua de los charcos; metales pulidos en Egipto y Roma; cristal azogado en los árabes). Finalmente fue la fotografía (en el intermedio, la pintura). Las imágenes de los fotógrafos victorianos (sic. Lewis Carroll y Julia Margaret Cameron), con sus negativos de colodión, tienen esa belleza de quien intenta detener el tiempo y al mismo tiempo la conciencia de la inutilidad de tal tarea. Tiempo que fluye también interiormente, como comprendieron los miembros del Círculo de Bloomsbury, como Virginia Woolf.

Baudelaire y sus escritos sobre el spleen de París o Walter Benjamin, reflexionando sobre la reproducción del arte moderno, se suman a la demostración de Duchamp y Warhol de la transformación del arte en deseo que se consume y se devora a sí mismo.

La imagen es deseo en el mundo posmoderno, por eso habla generalmente de cuerpos y objetos con claras connotaciones sexuales. A veces, como en la imagen que fotografié hace unos días en una estación de Metro, de la suma de deseos y consumos. Condones y Coca Cola unidos no sólo por la forma, sino por sus contenidos líquidos y de rápido consumo en el mundo occidental.

Pero al mismo tiempo que refleja objetos externos, que lo son también icónicamente internos, lo que arte moderno manifiesta (sic Magritte y Hopper) es siempre una sospecha sobre nuestra propia capacidad de desear algo más de que lo que consumimos. Sospechamos de nuestro deseo y, al fin, el deseo posmoderno no es sino sospecha. Somos sospecha.


C2

domingo, 21 de noviembre de 2010

Di adiós al mañana, el espejo, la ruda y los tigres

Llevaba bastante tiempo pensando en que, a veces, hay que dejar las cosas antes de que ellas nos abandonen. Este blog, que recientemente alcanzó la cifra de 200.000 visitas, creo que vivió ya lo suficiente, por lo menos con el formato anterior. Fue un espejo del deseo al que se asomaron quizá demasiados tigres. Esta mañana estuve consultando esta decisión con dos de las principales protagonistas de este blog, con mi lv_m y con mi gata. Mi total agradecimiento a ellas, y a todos aquellos que accedieron a mostrarse en este blog. Sería inmensa la lista, pero recordaré a queridos amigos como a J.M. Ponce+Akhesa, Rafa Montesinos (y todas las personas de la metoliana Cueva de Montesinos), LauraM, Squares, Ran y M, Engel, ojos_verdes, La Hermana de Calígula, Mafalda Petite Mort, azur, oscura, plaza de Oriente, lc, muñeca_de_nadie, sur…) y también a aquellos que escribieron y enviaron mensajes. Formaron parte de la materia con que están hechos los sueños.

¿Qué habrá en el mañana? Al revés que en el título de Horace McCoy, yo no digo adiós al mañana, sino un permanente hola!! Y como imagen, la puerta que en el Parque Güell da a un camino sembrado de ruda. Seguiré en mis sesiones, y por supuesto tomando fotografías, pero ahora sólo las personas que las compartan y quienes ellas decidan las verán. Fue doloroso apretar el botón que retornaba esos centenares de imágenes al azogue. Pero como decía el Eclesiastés y Gide: Si la semilla no muere…

C2