lunes, 20 de junio de 2016

Los recuerdos son un túnel



Túneles de trenes antiguos que dejaban carbonilla en la cara. Túneles de aquel gran topo de Kafka. Túneles de la tortura de la rata en el pecho. Túneles que abrimos todos los dias para que entre la luz. Túneles donde ella se cambia de ropa, para aparecer como princesa o esclava, cuando aparece la luz de la realidad. C2

 

martes, 7 de junio de 2016

¿Por qué unas pinzas me hicieron pensar en Lot y en su mirada a la mujer de sal?


A veces se lee la historia bíblica de Lot. La imagen de su mujer, convertida en sal al mirar la destrucción de Sodoma y Gomorra, ha dado lugar a una metáfora que se ha usado durante siglos. Pero, por un momento, no me intrigó tanto la mirada de la mujer, como la de él mismo. ¿Miraría a su mujer o no? No se habla nada de sus sentimientos, como si allí no hubiera pasado nada, o se hubiera librado al fin quizá de una mujer tentada por las gomorritas. ¿Quizá ella intentó recordar a alguna amante prohibida? Busqué datos sobre el tema y encontré dos hermosos poemas sobre este tema: uno de Anna Ajmátova, y otro de Wislawa Szymborska. Pensé también en ese momento en que uno pone pinzas a la sumisa, y ésta se convierte en estatua, quieta, quizá pensativa. ¿Qué mira, qué siente más allá del dolor? ¿También mirará atrás en su vida?

Versos del poema de Ajmátova: "Pero mi corazón no olvida/ a la que dio la vida por una mirada".
Versos del poema de Szymborska: "(miré atrás...) Por la súbita certeza de que, si muriera/ ni siquiera se habría detenido./Por la desobediencia de los sumisos"
 
C2

 
 

miércoles, 1 de junio de 2016

La significativa levedad de los ángeles que protegen el mar

Cuando era niño me fascinaban las escolleras artificiales construidas con cubos de hormigón frente al Cantábrico, como ejércitos de las Termópilas resistiendo desafiantes al Jerjes infinito del mar. Parecían inatacablemente fuertes, pero era consciente de que cada invierno tenían que añadir más guerreros para que no desapareciera aquel rompeolas. Fuera como fuera aquella barrera ejercía interés en mi imaginación. Pasaron los años y de repente un día volví a ver algo semejante frente al Atlántico. No sabía en ese momento qué me empujó a fotografiar ese paisaje una y otra vez. Ahora lo he comprendido: rompeolas somos contra el destino y así, en esta obra de nosotros mismos y de nuestro corazón, tomamos posesión de los cruceros que vendrán a nuestros puertos, a los que llamamos Alejandría.

C2