y ella se pregunta si son
lágrimas o son olas,
de esas que siempre han movido su
vida,
de un lado para otro, y que han
dejado
su piel marcada y sus ojos llenos
de recuerdos
que a veces le duelen como balas
de plata en el corazón.
Allí, junto a los baluartes que vencieron a Drake,
Alicia se interroga, mueve sus
pies sobre la arena,
siente las cadenas que atan sus
tobilleras, y recuerda
habitaciones llenas de luz y de
deseo,
cuando el placer se une al dolor
y escriben unidos en la piel.
Porque Alicia siempre está frente
al mar,
con el mapa de la isla del tesoro
en su mano,
y envuelta en la bandera de sus
sueños,
recordando el día en que eligió
la libertad
y esa jaula que tiene siempre,
siempre, la puerta abierta al mar.
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