viernes, 19 de febrero de 2016

Esbozo de relato oblicuo: el ascensor (para mi Cómplice)


Si alguien le hubiera hecho una foto por dentro, la imagen sería brillante, con mucha luz por los metales. Allí ella se veía con su amante. Yo lo sabía desde hace meses. Quedaban los viernes, antes de que llegara su marido. Ella salía de su casa cuando él la debía llamar o avisar de que ya era el momento. Se abría el ascensor y ellos bloqueaban la puerta con un pañuelo para que nadie lo pudiera llamar. Y por ese pequeño hueco yo los veía. La puerta de mi casa estaba justo enfrente y yo por la mirilla tenía delante la pequeña grieta de la puerta del ascensor, que mostraba apenas, pero todavía perceptiblemente, el cuerpo de ella arrodillado y haciendo oscilar su cabeza contra el pantalón de él, que oprimía con su mano el pelo revuelto y salvaje de ella. El proceso era sencillo, como un ritual. Ella entraba, se arrodillaba, cumplía su función, y luego se levantaba y salía. Yo tengo la sensación de que lo tragaba, porque ni él sacaba ningún pañuelo ni luego quedaban restos en el ascensor, cosa que más de una vez comprobé cuando ya no estaban. Lo que no tengo claro es él la pagaba o no. O sólo con aquella escena ella ya se excitaba lo suficiente como para que siguiera haciéndolo todos los viernes. Hoy es el día en que les toca verse, y yo ya estoy preparado. La veo salir a ella y encaminarse lentamente hacia la puerta del ascensor. Me gustaría avisarla, pero mi sitio es solo la mirilla, porque cuando él abrió la puerta, y ella no le podía todavía ver, me dio la impresión que escondía tras la chaqueta una navaja abierta. En todo caso y pase lo que pase no me retiraré de la mirilla.    C2

domingo, 7 de febrero de 2016

Cuando Alicia despertó, tras su viaje por el mundo subterráneo, vio que delante de ella estaba el horizonte

Hay un momento en que nos encontramos ante el abismo. Pero, atención, luego vemos un puente de tablas que une las dos orillas, y poco a poco vamos avanzando por él. Y sabemos que los jardines nocturnos, las piscinas del deseo, los bosques y sus rituales, son el sendero que el destino nos ofrece para alcanzar los reinos de Argantonio y sus barcos, con sus cargas de plata como piel en la noche, rumbo hacia la Roma consular.   C2