lunes, 28 de octubre de 2013

El gato de Cheshire también vive en los árboles, porque así dos naturalezas diferentes anidan en una misma y aparente realidad que negaría Berkeley

Así, vemos en una calle cercana cómo las acacias nos enseñan, en el centro de la ciudad, que los enigmas del bosque profundo no están tan lejos de nosotros, y que la mirada acaso pueda ver la magia de lo inesperado siempre que dejemos abrir nuestro corazón a la obsidiana azteca de las emociones.

C2

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