sábado, 21 de junio de 2014

El espejo de cristal, el metal que refleja, lo plano y lo curvo: como los cuerpos y los ojos. Así las mil palabras ceden su poder ante la majestad de los sentimientos únicos.

Hace cuarenta años fotografié una bola de metal de la escalera de una casa de Toledo; ahora es la imagen, más próxima y cercana, de otra bola en la escalera de entrada del Ateneo de Madrid. El tiempo ha pasado entre las dos imágenes y mientras escribo estas palabras comprendo que ese viaje temporal y sentimental entre las dos esferas es el recorrido, la lenta aproximación de mi mano hacia ese símbolo del mundo.

C2

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