Los jardines son, a veces, lugares donde uno mantiene conversaciones por teléfono. Allí, la distancia parece reducirse, casi desaparecer, y uno tiende a no mirar al lado para que no aparezca la sombra de la persona con la que habla. De repente, la conversación termina. Y en ese momento crecen árboles y arbustos junto a nosotros, como si surgieran de la nada. Porque, efectivamente, antes no existían, solo había esa voz que nos arrastraba por encima de ciudades y de campos hasta un cuerpo y unos labios. C2
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