Fiel a la causa de los últimos omeyas, Ibn Hazm escribió que el alma busca las formas bellas, y que si en ellas encuentra "algo de su propia naturaleza" surge el amor. Haciendo, así, radicar el amor en la esencia especular de la mirada, y entonces se abrirán las alas que nos hacen volar hacia el infinito, aunque a veces la sombra de Mallarmé y los vuelos que no han sido o quizá la mirada infinitamente triste del Angel de la Historia de Benjamin conviertan el cielo en la última bandera pirata.
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