El mar es la muerte y la vida,
donde sentimos “tant de sommeil sous un voile de flamme” (“tanto sueño bajo un
velo de llama”, Valéry). La vida es una sucesiva llegada a playas, de las que
nos marcharemos con sal en los ojos, y
en nuestra memoria esos versos sobre la enfermedad de los ojos que escribía
Saint-John Perse: “O sabre de Strogoff à hauteur de nos cils!” (“¡oh sable de
Strogoff a la altura de nuestras pestañas”), porque llevamos el mensaje de un
muerto hacia tropas que no nos esperan. Pero asi, allí donde se duerme sobre
las olas, descansamos, tenemos placer, nos reencontramos, porque existen
balnearios de almas, donde daremos sentido al dolor de nuestro corazón.
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