miércoles, 12 de enero de 2011

No era Homero quien estaba ciego, era Platón

El príncipe refleja su sombra en los edificios donde nunca vivirá. Atraviesa los tabiques, cruza el cielo como el pájaro enviado por los dioses para exigir nuestra cabeza. Somos las sombras que viven entre sombras: sólo nos queda la guarida de nuestro pequeño castillo. Quizá allí esperamos a quien nos cortará la cuerda del arco. Sumidos en la confusión y la melancolía, somos tu sombra, oh, príncipe! Dile a la chica del país del norte que el sol de la infancia murió en las playas que tú no conocerás jamás.

C2

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