domingo, 27 de noviembre de 2011

Elegimos la posición, determinamos el movimiento, buscamos el silencio, permanecen los espejos de ti.

El cuerpo se extiende más allá de sí mismo, compone una señal o un símbolo que permanecerá oculto para el espectador. Sólo el portero de la piel, el vigilante del deseo, sabrá qué puerta tiene que abrir para que ella nunca entre, nunca jamás, en el hotel de Lisboa, allí donde las Alicias tienen sus sueños, aquellos, atención, de los que nunca despertarán. ¿Dónde el mar de lágrimas? Los monstruos habitan todos en el corazón de los espejos.

C2

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