domingo, 22 de enero de 2012

El flujo vaginal admite la paradoja del río de Heráclito, y quizá así lo vio el inconsciente del filósofo griego

El deseo marca los cuerpos, señala la piel, en un acto que nos parece maravilloso, como así nos sucede con todo lo fugaz que queremos entender eterno. Queremos salvar a un pez y lo arrojamos en un sitio escondido del río. Con la conciencia lavada, nos frotamos las manos en unas aguas (Moisés, Pilatos, Gilgamesh, Mitra?) que nunca volverán iguales.

C2

No hay comentarios: