Estanques de palacios olvidados, pero que los oficinistas de las instituciones recuperan para esos visitantes que se apresuran antes de la comida familiar. Así nuestro corazón, aquel que acompañó a Karl May, mientras en la casa de la abuela la radio enumeraba los premios de la Lotería, cuando los niños teníamos vacaciones como una bendición, y todavía no nos hacíamos seppuku alcohólico con imágenes del pasado. ¿Por qué no somos peces de estanques rápidamente condenados pero hermosos por un instante fugaz…O es así? ¿Buscamos a nuestro gato en el estanque/espejo de la muerte?
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