Tiempo en que el Sol muere y resucita. Así, morimos y resucitamos todos los días, después del nocturno paseo por le reino de los sueños, allí dónde todo es permitido a los esclavos de nuestros deseos. Nacimiento del Sol Invictus, donde los pastores son nuestros lobos hambrientos de la carne de las ilusiones más queridas. Hasta que la piedad y el olvido nos hagan descansar por fin, envueltos en el sudario de púrpura de la tierra en la boca, los ojos y los oídos. Nos alegramos con regalos y expectativas pronto desoladas, pero la tristeza es finalmente la reina de nuestro corazón, aunque tome forma de sirena o de arpía. Ejerzamos el deseo en los surcos y llamemos alegría al ejercicio inútil de nuestro deseo. El Tiempo devora a sus hijos. Orgasmos como intuición y adelanto hipotecario de la Muerte. Membrillos caídos alrededor del árbol. Soberbia dulzura del último olor.
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