Hay días en que las cosas cambian. Hemos hecho esfuerzos, muchos, y al fin vemos la recompensa. Deseábamos lo que está sucediendo. Con lentitud y sabiduría hemos atado hasta lo imposible. Recomponemos lo roto y lo destruido. Rescatamos de sus ruinas a la puerta de Ishtar. Pero, por un momento, observamos la palma de la mano, doblamos un poco los dedos, y no vemos la menor diferencia entre ese gesto y toda nuestra vida.
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