domingo, 3 de abril de 2011

Ceremonias íntimas de los primeros días de abril o cómo Eliot acaba por tener razón

Aunque dentro de un instante nos detengamos, y una enorme tristeza nos invada, porque allí, desde la ventana, estaremos viendo el mundo exterior que no se ha detenido en su marcha hacia nosotros, y que pronto irá llenando aquellos suelos y paredes de pequeños objetos, queridos objetos encantadores, pero cuyo futuro, y los sabemos, es acabar demasiado cerca y tan conocidos que hasta nuestro amor de hoy queda sin fuerzas de acción por la segura inercia cansada del mañana, o bien, en un último gesto de redención y misericordia, ese mundo exterior pasará como un huracán que, destruyendo todo a su paso, deja tras de sí sólo ruinas, pero que tendrán la huella de lo intacto, de lo conservado para siempre en su ya imposible y a la vez irremediable, por perdida, salvación.

C2

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